Cuando la paloma anuncia su diplomacia ‘de precisión’, el halcón no puede más que sonreír por su acierto en la teoría de juegos. La política de apaciguamiento es la respuesta deseada por cualquier dictador para conseguir las metas fijadas en su plan preconcebido. Una hoja de ruta donde poco o nada tiene que ver la actitud del oponente.
Como afirma el ajedrecista y opositor a Putin, Garry Kaspárov en su libro Winter is coming: ‘los dictadores no paran; se les para’.
Antes de ver la teoría de juegos de Putin, viajemos primero 84 años atrás, a la llamada crisis de los Sudetes, donde una minoría étnica alemana vivía en las regiones de Bohemia, Moravia y Silesia, en la cordillera de los Sudetes, dentro de la por entonces Checoslovaquia. Tras la fácil anexión de Austria en marzo de 1938, Hitler se erige como defensor de los alemanes de Checoslovaquia y más tarde añade a sus reivindicaciones territorios en Polonia y Hungría.
Hitler dio un ultimátum el 26 de septiembre y acabó imponiendo su posición en los acuerdos de Múnich el 30 de septiembre de 1938, prometiendo Alemania que haría un plebiscito, que por supuesto incumplió. Estos acuerdos que intentaban frenar el afán expansionista de Alemania aprobando la incorporación de los Sudetes a Alemania con el pretexto de que la mayor parte eran de habla alemana, indignaron a Checoslovaquia que no había sido invitada a participar en ellos, y a la que sólo se le comunicó el resultado.

Acuerdos de Munich. 30 de septiembre de 1938. Representantes de Italia, Francia, Alemania e Inglaterra: Benito Mussolini, Adolf Hitler (junto a su intérprete oficial Paul-Otto Schmidt) y Arthur Neville Chamberlain.
Recordemos ahora la fórmula ventajosa para Rusia del presidente alemán Steinmeier para solucionar el conflicto de Ucrania sin consultarla
Recordemos ahora el pretexto de Rusia para la ‘liberación’ de la población rusófona de Ucrania y por supuesto la anexión o la independencia de sus territorios aunque hasta la fecha no lo haya confirmado.
En 1938, el primer ministro británico Chamberlain no se consideraba un belicista irresponsable. Era un líder razonable con una clara prioridad para salvar a su nación de los horrores de una nueva guerra. Así que optó por desescalar. Hizo concesiones ‘razonables’ a Hitler y afirmó que le dio a Gran Bretaña «Paz para nuestro tiempo«, aunque la frase que resonó más tarde en sus oídos fue la dada por Churchill a la vuelta de la firma del acuerdo: «Se nos ofreció elegir entre la guerra y la humillación; aceptamos la humillación y ahora tendremos la guerra”. Dos años más tarde, Londres era bombardeada.


Chamberlain mostrando el pacto firmado con Hitler

«Paz para nuestros tiempos». El error aliado en su política de apaciguamiento
Putin: la estrategia de ser halcón ante palomas
En los juegos de estrategia el halcón obtiene su mayor éxito cuando su enfrentamiento es con palomas. La jugada es más rentable para el agresor cuando el otro lado coopera mansamente o por lo menos no opone resistencia.
La estrategia de Putin se basa en la suposición de que los oponentes jugarán como casi siempre a ser paloma, por lo que maximizará sus ganancias actuando como halcón. Putin fabrica el conflicto, los oponentes intentan desescalar y él obtiene un pago por ello. Luego amplía el conflicto y obtiene una nueva cesión. Vuelve a escalar, y así una vez vez, y otra vez…
En otras palabras, la estrategia de Putin es totalmente racional desde el punto de vista de la teoría de juegos. Es una estrategia de maximización de beneficios basada en el convencimiento de que el oponente optará siempre por la política de apaciguamiento, por lo que estará constantemente fabricando conflictos y escalando para obtener más concesiones.
Si se conoce a priori la estrategia a seguir por el oponente, se puede diseñar una para maximizar las exigencias y obtener concesiones. Si la postura es siempre «jugar a ser paloma sin importar qué», entonces la estrategia consiste en «jugar a ser halcón sin importar qué». Es simplemente teoría de juegos.
Recordemos ahora la interminable serie de visitas de los líderes de países europeos acudiendo al besamanos del Kremlin.

La icónica imagen de Putin ninguneando a Macron en aquella larga mesa (recordemos también que ninguna autoridad le recibió en la escalera del avión) pasará a la Historia como ejemplo de aquel rosario de inútiles visitas de palomas europeas en busca de una desescalada imposible, ignorando que la decisión estaba ya tomada hace tiempo por el halcón.
Así es como comenzó la Segunda Guerra Mundial, ayudada en gran medida por los pactos germano-soviéticos de agosto y septiembre de 1939 con sus protocolos secretos para repartirse Europa del Este. (ver en este blog: el Pacto Ribbentrop-Mólotov)
Como señaló Chamberlain, «sería estúpido participar en una pelea en un país lejano entre personas de las que no sabemos nada« (Checoslovaquia). Los aliados jugaron a evitar sistemáticamente el conflicto, sin sospechar que Hitler tenía su decisión ya tomada.

La portada de un diario francés lo resume aún mejor «Faut-il mourir for Dantzig?», ¿Deberíamos morir por Dantzig? donde argumenta que «no tiene sentido escalar un conflicto por tierras de Europa del Este de las que no sabemos nada».
En resumen, los aliados creyeron en su momento que las señales de paz y desescalada que estaban mostrando eran seguras, pero su política de apaciguamiento era totalmente destructiva. Cuanto más proyectaban el comportamiento de las palomas, más racional era para Hitler maximizar la teoría de juegos y aumentar su escalada agresiva. Así sucedió en la Segunda Guerra Mundial y así será la Tercera si no se pone remedio.
Vadim Denisenko, del Instituto ucraniano del futuro parece tener una opinión muy parecida y así lo refleja en su facebook.

Vadim Denisenko 12 mayo 2022
El otro día, Joseph Biden hizo unas declaraciones sobre el estado psicoemocional de Putin y le preocupaba que Putin no tuviera salida.
«Putin creyó erróneamente que una invasión a gran escala de Ucrania arruinaría la OTAN y la Unión Europea. En cambio, Estados Unidos y muchos países europeos se han unido en torno a Ucrania».
Biden dijo que “Putin es un hombre que calcula todo, y el problema que le preocupa es que el presidente ruso ya no tiene salida” (cito al presidente estadounidense en Radio Liberty).
En general, según la lógica formal, Biden tiene razón. Pero, por desgracia, esta lógica formal se desmorona en el psicotipo de Putin.
En resumen, es necesario hacer algunas observaciones importantes.
- Putin percibe tales palabras y expresiones exclusivamente como una debilidad del enemigo. Toda su vida política interpretó al mayor loco del planeta utilizó una única técnica de negociación: subió la apuesta, el enemigo se asustó y se retiró a cambio de un acuerdo económico condicional. Cuando alguien dice que a Putin se le debe dar la oportunidad de salir con cara feliz, Putin lo ve como una debilidad y confirma su opinión de que el juego de subir las apuestas funcionó.
- Putin sólo entiende el poder. Y sólo le tiene miedo a la fuerza. No sabe otro idioma. Hillary Clinton dijo una vez que Putin era un «tipo duro con una piel delgada» en su corazón. Y está dispuesto a hacer cualquier cosa para evitar que esto suceda. En la lógica de una persona normal es darse por vencido con calma. La lógica ante Putin es subirle el listón y amenazarle con la humillación pública. Sólo entonces irá a negociaciones y allí será posible discutir modalidades de preservación de su persona.
- A partir de ahora, Putin no cree estar acorralado. Un psicólogo en un momento dado, describiendo a Putin, dijo que la palabra «plan» era muy importante en sus construcciones lingüísticas. Pero esto no es un plan a nuestro entender como una clara secuencia de acciones. El plan para Putin es el orden de las acciones de quienes lo rodean, en pocas palabras, el orden de los procesos […] No piensa en términos del colapso de la UE, piensa en términos de la reconstrucción de la URSS, donde un efecto secundario puede ser el colapso de la UE o la OTAN…
En conclusión, vale la pena decir o, más precisamente, repetir solo una cosa: las negociaciones con Putin, si no son en términos de fuerza, no tienen sentido para Putin. Sólo el miedo a la humillación pública le obligará a sentarse a la mesa de negociación.
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