La figura del MITO es un fiel reflejo de una sociedad primitiva e insegura altamente jerarquizada donde sus miembros se someten a un único criterio y a una sola voluntad dejando a un lado las propias creencias y opiniones en favor de las del líder, adoptando a cambio un comportamiento colaborativo y de sumisión.
En una sociedad moderna, segura y democrática, la figura del mito ejerciendo un liderazgo fuerte y amenazador no es necesaria.
Los mitos surgen cuando una sociedad que necesita referencias de la realidad para orientarse, carece de formación y valores necesarios para crear modelos coherentes y recurre a referencias equivocadas. Cuando la realidad no coincide con las predicciones de estos modelos erróneos, la manipulan y reinterpretan para que encaje.
En tiempos de graves conflictos, hasta las sociedades más modernas retornan a las formas más rígidas de liderazgo debido a que el nivel de riesgo e inseguridad se incrementa hasta niveles equivalentes a las que soportaban las sociedades más primitivas. Por tanto, la democratización del liderazgo y la consecuente desaparición del mito es un signo de evolucion y madurez como consecuencia de la seguridad en sí misma y en sus instituciones que muestran las sociedades modernas.
Los mitos no sólo son modelos equivocados o poco eficaces para la interpretación de la realidad, sino peligrosas trampas que producen víctimas reales y que en no pocos casos han aniquilado a civilizaciones enteras. No podemos culpar a estos pueblos por sus trágicas equivocaciones, pero tampoco podemos considerar que sus creencias son respetables hasta el punto de permitir que invadan nuestras mentes en el siglo XXI y desplacen a los modelos coherentes que disponemos.
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